viernes, 6 de marzo de 2020

Concurso de fotografía. Ponle una imagen a nuestros relatos y poesías

A partir del próximo 9 de marzo, se celebrará el I Concurso de Fotografía en nuestro centro. Se trata de unir el relato y la poesía ganadoras de nuestro anterior concurso con una foto que represente lo que significan, lo que nos evocan, lo que nos hacen sentir.

El plazo será del 9 al 24 de marzo.
Os dejamos aquí las bases y el relato y poesía ganadores del concurso:

1. PARTICIPANTES: Podrá participar en el concurso cualquier alumno del centro IES Ramón Carande.
2. TEMÁTICA: El tema principal será el relato y la poesía ganadora:”Una vieja amiga” de Manuela Vázquez Torrado y “Paso del tiempo” de Ana María Venegas,  del concurso de relato y poesía organizado anteriormente por el Departamento de Lengua.
3. OBRAS: Cada participante podrá presentar una única obra, siendo original e inédita. Las fotografías podrán tener correcciones de color y luminosidad.
4. PRESENTACIÓN: Las fotografías se enviarán al correo electrónico: ramoncaranderelato@gmail.com​ en formato JPEG. En el mensaje se debe especificar   el nombre y apellidos del autor, curso  y el título de la obra. En el propio archivo debe aparecer el nombre del autor.
5. PLAZO DE ADMISIÓN: El plazo para presentar las obras estará abierto del 9 al 24 de marzo. No se admitirán obras presentadas con posterioridad a esta fecha.
6. PREMIOS:Se entregará un  Primer Premio por cada categoría de fotografía, el de poesía y el de relato.
7. FALLO: El fallo del jurado se producirá el 3 de abril, día del centro durante la inauguración de la exposición fotográfica dentro del horario que se programará para las actividades de ese día. 
8. EL JURADO: El jurado estará formado por profesores, por miembros del equipo directivo, alumnos representantes del Consejo Escolar y padres/madres representantes del AMPA. La elección de los ganadores se realizará  atendiendo a criterios de creatividad y calidad técnica.
 
Paso del tiempo 

Vi pasar las horas,
con un largo margen
que las agujas marcan
al yo ver tu equipaje.

Después de un tiempo
volvimos a vernos,
y al reconocernos
decidimos vernos.

Tras años de amistad
tú volvías cambiado
y no solo por el look
sino también más alto.

Ana María Venegas
2º Bachillerato CCSS
 
Una vieja amiga 

30 años, quizás más. No sé. Había perdido noción del tiempo. Y, es que, nada me retenía, solo esperaba su visita. Estaba al llamar, Io sabía, llegaría en cualquier momento. ¿Qué cómo lo sé? Era fácil. Desde que vino por última vez a esta casa, yo custodio el reloj de que obsequió para que la espera no se me hiciera tan larga. Sin embargo, había conseguido todo contrario. Ansiaba con toda mi alma que el último de arena llegase caer en el segundo receptáculo de vidrio. En ese preciso momento, me volvería a encontrar cara a cara con ella. Después de casi una eternidad esperando, se acercaba el gran momento. Quedaban apenas unas efímeras perlas de arena para que toda aquella pesadilla se acabase. De las tres veces que la había logrado ver, aquella cuarta última sería la única que me produciría un gozo y una felicidad inmediata. Dos motas de arena acababan de desvanecerse de la superficie principal para caer lentamente hacia la montonera de arena que llevaba acumulándose durante mis 85 primaveras. Quedaba poco, a lo mucho, media hora. Media hora y todo acabaría.
Es una contradicción vital que en mi cara se dibujase una sonrisa  solo de pensarlo, pero no podía evitarlo. Aquí no me quedaba nada, la monótona soledad me habla invadido desde hace tres décadas. Vivía sumergida en recuerdos o los recuerdos eran los que se alimentaban de  mí, quién sabe. La mecedora en la que me hallaba se balanceaba despacio, haciendo crujir un suelo de madera que poco a poco se había ido envejeciendo a mi compás. Ya casi no quedaban fotografías en las estanterías del salón, solo un pequeño retrato de la boda de mi hijo mayor,  al que no veía desde hacía 5 años. “El trabajo es fundamental,mamá, no puedo faltar de dos días". Aquella era la excusa  favorita de mi querido Dylan. Había intentado visitarlo una  infinidad de veces, pero mi artritis y  la distancia de no menos de I0. 000 kilómetros suponían una gran barrera entre mi hijo y yo. Volviendo a la fotografía,  en ella aparecen las de Dylan, su esposa Cloe, Bob y yo.Bob. La única razón de mi  inexplicable felicidad. Lo conocí a  los 13 años, y se podría decir que fue amor primera vista. Y no me tachéis de superficial, pero un hombre en los años 50 leyendo poesía en un banco durante uno de los otoños más fríos  que se hubieran podido registrar no era muy común. Tenía en sus ojos cafés el eje de mi  vida y  no me hacía falta mirar por las noches las constelaciones que formaban los astros, me bastaba con tumbarme a su lado e ir conectando cada uno de sus lunares hasta formar sobre piel figuras amorfas pero con un aire misterioso. Yo siempre le decía que cada uno de sus lunares simbolizaba una razón por la que Io quería. Ahora, 55 años más tarde, diría que me haría  falta el triple de sus lunares para poder expresar todo lo que Io adoraba. Pero ya no puedo. Era demasiado tarde, o quizás no, según el reloj quedaban unos 10 minutos  para poder volver a  verlo y confesarle que el mundo se había tornado más oscuro desde su ausencia.
Un grano, quedaba un grano. 5 minutos, quizás menos, o más. Los últimos 5 minutos en aquella casa. Mi hogar durante unas cuantas décadas. El escenario de dos partos, 52 Nocheviejas y unos cientos de besos. De uno de mis ojos cayó una lágrima, no me podía  quejar. Todos mis hijos habían nacido sanos y fuertes, y ahora tenían trabajos muy bien remunerados. Por el rabillo del ojo, vi el movimiento de la última  centésima de arena caer y, nada más tocar el fondo, el sonido de la puerta. Ese toc-toc fue la última voluntad que tuve para  levantarme, ignorando el dolor de mis huesos, y dirigirme lo más rápido que pude hacia lo puerta. Al abrir, la figura encapuchada de negro hizo un esfuerzo por acercarse un poco o más a mí.
-Pensé que nunca llegarías.
-Todavía no era tu hora, Teresa. Tu marido Bob, tu hijo Jon y tu querida madre, la adorable Resa, no querían que te reunieras tan rápido con ellos, aunque sé que estabas deseando. Tranquila, están bien, y nada más crucemos tu jardín te podrás encontrar con ellos. Teresa, ¿estás lista?
-Más que nunca, he pasado demasiado tiempo esperando tu visita.
Y, así, la adorable Teresa se dirigía con la muerte a los brazos de sus seres queridos.
Caelum 

Manuela Vázquez Torrado 
4ºA

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